sábado, 18 de abril de 2009

¿Dónde está la pelotita....?


A ver si si alguien me puede decir cómo se llama el trilero que nos ha engañado. A ver quien conoce el nombre este timador que no es que nos haya birlado unas moneditas, no hombre no, nos ha hecho creer que somos libres...sin serlo...
Por lo visto, cuentan las lenguas antiguas que había una vez en la que la mujer no elegía, su "función" era casarse, tener hijos, ser buena ama de casa y buena esposa. El marido era quien pagaba las lentejas, trayendo el dinero a casa.
El tiempo pasó, los años cambiaron y con ellos, el punto de mira de las cosas. La mujer comenzó a sentir cosas nuevas con el nuevo papel de "trabajadora" (aunque eso siempre lo ha sido, espero que todos sepais que me refiero al trabajo remunerado, y no querais sacarle puntilla...), comenzó a formarse, a realizarse con el estudio (satisfacción que por fortuna disfruto cada día en mi trabajo). Este cambio es estupendo, pero... tengo unas dudas:

1. Si mi padre, que trabajaba él solo, ganaba un único sueldo, el cual era más que capaz de alimentar, vestir, pagar la casa, nuestros colegios y otras necesidades de cinco hijos y su mujer, ¿no se supone que si esto se mantiene, incorporandose la mujer al mundo laboral, viviriamos el doble de bien?

2. Hace mucho, se dice y bien dicho, que la mujer no podía elegir, eran tiempos un poco machistas en los que la mujer... a casa; pero ahora dicen que somos libres...¿libres? Si una mujer decidiera que le gustaría quedarse en casa para cuidar a sus hijos, ser ama de casa...¿podría? quizá alguna sí, pero yo las que conozco que les gustaría tener esta opción no pueden cogerlo. ¿Y aquellas mujeres que les gustaría elegir tener hijos y jornada reducida? ¿Podrían?. Eso sí, aquellas que quieran currar, currar y currar por poco dinerito...¡estan en el mundo perfecto!

Y bien, el nombre del trilero es....¡hagan juego señores!

domingo, 12 de abril de 2009

Carpe Diem

Para todas aquellas personas que, como yo, se angustian muchas veces por el futuro les regalo este cuento de Jorge Bucay; para aquellas personas que, como yo, son entusiastas de los cuentos, porque en el fondo, el niño que llevamos dentro nos reclama un poco de atención; para aquellas personas que alguna vez han regalado o recibido un cuento como regalo, ahora os lo quiero regalar yo y también, como no, para aquellas personas que no tienen nada que ver conmigo... espero que os guste y os sirva alguna vez en vuestra vida:

EL OSO:
Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído.El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayo el sol un guardiacárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el plato de comida con la cuchara­ y mirando al guardiacárcel dijo – Pobre del zar.
- El guardiacárcel no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana a la mañana.
- Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un sastre, el zar perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en el mundo su propio oso aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardiacárcel sorprendido.
- Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento:
¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!
El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:
-¡¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...
-El zar hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno, depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre.
- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar
– De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estarán muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.
- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!.
El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.
- No olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos años el oso no habla... – Alteza... -
...Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos.
La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...
Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en dos años.
En dos años... – siguió el sastre - se puede morir el zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!

Jorge Bucay
"Cuentos para pensar"

sábado, 4 de abril de 2009

Albert Einstein se equivoca

Cuando yo era niña, jugaba a las muñecas, a la comba con mis amigas, patinaba en la plaza de mi barrio y el mayor de mis problemas era que tenía que acostarme temprano por la noche. Tuve alguna mala experiencia que marcaron mi vida para siempre, y aunque disimule, a veces me despierta por la noche, es en esos momentos donde lo recuerdo como si estuviera pasando; pero hoy, incluso en esas noches en vela, puedo decir que hasta por esos viejos fantasmas, me ha tocado la lotería; todo lo que fui, todo lo que me pasó, son, con una pizca del hoy, todo lo que soy y, aunque como pasa con los programas informáticos en los que siempre se puede obtener una versión mejorada respecto a la anterior, me gusta como soy.
Cuando era niña nunca pasé hambre; no recibí ni un solo castigo de más, ni tampoco de menos; no he sufrido ninguna guerra, ni ninguna enfermedad que no se pudiera solucionar con un fuerte antibiótico o un antigripal; ni un solo llanto se quedó sin consuelo, ni uno sólo; pero hay una realidad, quizá la más antigua de todas las realidades, en la que no encuentro refugio; ¿qué es? que cada uno le ponga el nombre que quiera, yo, no encuentro una palabra capaz de recoger lo que veo en la foto.
¿Qué diferencia hay entre ellos y yo? Ninguna, y, sin embargo, nuestras infancias han sido radicalmente distintas; también es tremendamente distinta nuestra adolescencia, asumiendo que ellos vivan lo suficiente como para tener una, y si la tienen, no creo que se les esté permitido pasar “la época del pavo” tan de moda entre adolescentes; en cuanto a la comparación entre nuestras edades adultas… mejor no profundizar en ella.
No creo que ninguna política, ninguna tendencia filosófica, ninguna religión ni ningún gobierno y, por supuesto, ningún individuo pueda justificar esto; insisto, no debe haber ninguna justificación; no es viable.
Albert Einstein dijo: “Tendremos el destino que nos hayamos merecido”, aunque no me guste contradecir a los grandes de la historia, en este caso concreto, yo no puedo estar de acuerdo.