sábado, 4 de abril de 2009

Albert Einstein se equivoca

Cuando yo era niña, jugaba a las muñecas, a la comba con mis amigas, patinaba en la plaza de mi barrio y el mayor de mis problemas era que tenía que acostarme temprano por la noche. Tuve alguna mala experiencia que marcaron mi vida para siempre, y aunque disimule, a veces me despierta por la noche, es en esos momentos donde lo recuerdo como si estuviera pasando; pero hoy, incluso en esas noches en vela, puedo decir que hasta por esos viejos fantasmas, me ha tocado la lotería; todo lo que fui, todo lo que me pasó, son, con una pizca del hoy, todo lo que soy y, aunque como pasa con los programas informáticos en los que siempre se puede obtener una versión mejorada respecto a la anterior, me gusta como soy.
Cuando era niña nunca pasé hambre; no recibí ni un solo castigo de más, ni tampoco de menos; no he sufrido ninguna guerra, ni ninguna enfermedad que no se pudiera solucionar con un fuerte antibiótico o un antigripal; ni un solo llanto se quedó sin consuelo, ni uno sólo; pero hay una realidad, quizá la más antigua de todas las realidades, en la que no encuentro refugio; ¿qué es? que cada uno le ponga el nombre que quiera, yo, no encuentro una palabra capaz de recoger lo que veo en la foto.
¿Qué diferencia hay entre ellos y yo? Ninguna, y, sin embargo, nuestras infancias han sido radicalmente distintas; también es tremendamente distinta nuestra adolescencia, asumiendo que ellos vivan lo suficiente como para tener una, y si la tienen, no creo que se les esté permitido pasar “la época del pavo” tan de moda entre adolescentes; en cuanto a la comparación entre nuestras edades adultas… mejor no profundizar en ella.
No creo que ninguna política, ninguna tendencia filosófica, ninguna religión ni ningún gobierno y, por supuesto, ningún individuo pueda justificar esto; insisto, no debe haber ninguna justificación; no es viable.
Albert Einstein dijo: “Tendremos el destino que nos hayamos merecido”, aunque no me guste contradecir a los grandes de la historia, en este caso concreto, yo no puedo estar de acuerdo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu comentario, es muy interesante.

María dijo...

Hola, Amparo:

Vengo a darte las gracias por haber visitado mi blog y haber dejado un comentario tan precioso y sincero, gracias a tu huella puedo estar viendo tu blog, y acabo de dejarte enlazada en mi lista y también como seguidora, porque tienes un precioso blog, y ver esta carita tan triste me congoja y me llena de pena.

Tienes mucha razón en lo que dices, en la niñez no nos faltó de nada, o ahora a nuestros hijos, y en cambio, hay tantos niños que no tienen que llevarse a la boca ni siquiera un trocito de pan, cuando nosotros muchas veces lo tiramos, es realmente penoso, y estas imágenes, como la que tú tienes, deberíamos colocarlas en un lugar bien visible para no olvidarnos nunca de estos niños.

Mil gracias por haberme descubierto porque asi he podido descubrirte a ti, estamos cerca ya, y unidas.

Un beso, bella.

M. J. Verdú dijo...

Gracias por las cariñosas palabras dejadas en mi blog. Yo valoro mi vida como un tesoro y doy gracias por todo lo cotidiano que me rodea que yo percibo como algo sublime e, incluso, mágico: la comida, la luz del sol, la lluvia, la brisa... Creo que es bueno sentirse agradecido por todo lo bueno ya que no todos tienen la misma suerte. Besos.

Nuria dijo...

Gracias por visitarme. me ha gustado mucho tu escrito. No siempre tenemos lo que merecemos y ante la foto me quedo sin palabras, sin ideas y eso es lo peor de todo, quedarse de brazos cruzados. Nos iremos viendo.

María dijo...

Hola, Amparo, aunque no tengas nada nuevo vengo a desearte una feliz tarde.

Un beso.